Mi mente, ¿es siempre útil?

Habrá gente que conteste que “sí” y otra que dude en la respuesta: “No lo sé”. Es complicado contestar a esta pregunta si revisamos nuestra experiencia. Y es aquí donde puede comenzar un gran lío para nuestros objetivos.

La mayor parte de las ocasiones creemos que nuestra mente dice la verdad y solamente la verdad, y entonces seguimos sus instrucciones y consejos al pie de la letra.

Veamos el siguiente ejemplo:

  • Juan quiere ahorrar un dinero al mes y elige como forma el medio de transporte que utiliza para ir al trabajo. Su mente le dice: “Mejor utiliza el transporte público, es más barato que la gasolina y puedes utilizarlo cuando quieras; además te librarás de los atascos”. Entonces Juan compra un bono mensual de tren.

Segundo ejemplo:

  • Juan tiene una reunión importante el próximo jueves donde presentará el proyecto en el que lleva trabajando tres meses. Su mente comienza a decirle: “Habrá mucha gente, gente importante que te evaluará”. Juan comienza a sentirse nervioso y presta aún más atención a su mente, que cada vez hace más ruido: “¿Y si no lo presentas bien? ¿Y si no les gusta? ¡Madre mía! Lo mejor será que no lo presentes tú… No saldrá bien, dile a tu compañero que lleve él la reunión y tú le das soporte”. Entonces Juan siente un pequeño alivio y cede la presentación de su propio proyecto a un compañero. Ahora depende de él.

En ambos casos Juan ha hecho caso a lo que su mente le decía. La diferencia es que mientras que en el primer ejemplo la mente opinaba sobre cuestiones objetivas (precio del transporte público vs precio de la gasolina), en el segundo, la mente realizaba interpretaciones subjetivas sobre un posible resultado (que el proyecto no sea aceptado si lo presenta él).

Todos tenemos mentes que evalúan, comparan, planifican, etc. Este modo mental resulta muy útil para resolver problemas objetivos (ahorrar dinero, por ejemplo); sin embargo, la mente aplica este formato para todo, también para aquello que no sabe (anticipar un resultado), y es aquí cuando podemos transformar todos nuestros objetivos en un problema que hay que resolver, en lugar de un proceso que hay que vivir.

La clave reside, ya que nuestra mente no lo hace, en elegir cuándo seguir lo que dice al pie de la letra y cuando ser consciente de que está hablando sin saber y no dejarnos arrastrar por ella.

Mi mente es una herramienta al servicio de mis objetivos. ¡No nos equivoquemos!