Mi móvil y yo

El móvil, uno de los inventos más polivalentes que tenemos, nos permite estar en contacto con las personas que nos importan. Organizamos el día, recordamos asuntos pendientes, nos informamos, aprendemos cosas nuevas y  buscamos trabajo… o pareja.

Todas estas aplicaciones nos facilitan el día a día y además regulan nuestro estado de ánimo. ¡Vaya! Esto último puede que no nos suene tan bien ¿Nuestro teléfono regula si estamos contentos o tristes? ¿Mucho o solo un poquito…?

¿Quién no se ha alegrado al ver cómo se ilumina y suena el móvil al recibir alguna notificación? O al revés, ¿quién no ha sentido enfado, preocupación o tristeza cuando nada de eso ocurre? De forma general, hay cuatro perfiles tipo en relación al uso que hacemos del móvil. Invito a que cada cual descubra dónde encaja mejor:

  • Adictivo/dependiente. El móvil es el centro de nuestra vida (lo metemos incluso en nuestra cama al dormir).
  • Ante determinados pensamientos o estados de ánimo que no nos gustan, la respuesta es siempre o casi siempre coger el móvil.
  • Usar el móvil con un fin (hacer una llamada, responder a un correo electrónico, enviar una foto, etc.).
  • Usar el móvil porque se requiere oficialmente (chequear calendario o las notas de eventos).

 

Si se ha inclinado por el perfil adictivo-dependiente o por el compulsivo, no se alarme: todos en mayor o en menor medida nos relacionamos de esta forma con nuestro móvil. El problema reside en su normalización, que evita que nos percatemos de las graves consecuencias que puede tener un uso inadecuado de nuestro dispositivo que pasa a ser FUENTE DE ESTRÉS RELEVANTE, una más que añadir a esas otras fuentes de estrés con las que convivimos.  Algunas pautas que pueden ayudarnos:

  1. Creerse lo siguiente: si es urgente, llamarán. Si es urgentísimo llamarán varias veces. No todo lo que nos entra en el móvil necesita una respuesta inmediata. Pensar lo contrario tiene más que ver con la necesidad de aliviar nuestro propio malestar que con la urgencia del contenido. Seamos realistas.
  2. Cuando estemos con más personas y sobre todo en el trabajo: guardarlo en algún lugar seguro al que no tengamos acceso inmediato y prestar mucha más atención a lo que está sucediendo fuera de nosotros: conversaciones, llamadas de teléfono, temas a tratar en reuniones, revisar correos que entran, etc. Además, sería conveniente pautarnos intervalos de tiempo fijos para consultar el móvil. Sin duda, mejorarán las relaciones con nuestros compañeros y el rendimiento en el trabajo.
  3. En casa: suele pasar que mientras tenemos un sinfín de cosas que hacer, estamos con el móvil y de vez en cuando se nos cuela un pensamiento de “deja el móvil, tienes que hacer cosas”. Pero los minutos pasan y no arrancamos. Hay que fijar un tiempo limitado para trastear con el móvil, justo antes de empezar con las tareas. Y después dejar el aparato en un lugar de difícil acceso. Los más impacientes pueden guardarlo con el sonido activado. Si ocurre algo realmente importante nos llamarán y podremos cogerlo (recordemos el punto 1).

El teléfono móvil es un gran invento que nos acerca a los que están lejos. No permita que le aleje de quienes están cerca…