Seamos serios: riamos

Hoy llegué a la oficina. Eché una mirada a mi alrededor y, como de costumbre, todos con cara de acelga, miradas esquivas y silencio sepulcral. Pensé que el humor en el puesto de trabajo es un asunto serio y también me pregunté si tener buen humor es compatible con ejercer mi actividad profesional.

Reírse en el trabajo resulta contradictorio y hasta políticamente incorrecto, puesto que la risa no está bien vista en algunos entornos laborales. Se asocia con pérdida de tiempo y escasa profesionalidad. Nada más lejos de la realidad. Vamos a erradicar ese tópico en pocas líneas.

No confundamos. No debemos estar todo el día de guasa o tomarnos las cosas a la ligera. No. Hablamos de tratar con sentido del humor aquello que es negativo o produce cierta adversidad. Puede ser una solución para soportarlo o incluso puede resolverlo más fácilmente.

No cabe duda de que después de reírnos, nos sentimos mejor. Durante la risa se aceleran nuestro pulso y respiración, aumenta la presión arterial, se tonifican nuestros músculos faciales y se reducen hormonas de estrés, como el cortisol. Eso desde el punto de vista de nuestra salud. Si además lo enfocamos a nivel psicológico, multiplicamos por “n” veces esos efectos, reducimos ansiedad y miedos, generando una actitud positiva.

La risa y, por ende, el buen humor, reportarán múltiples beneficios en los equipos de trabajo. Es síntoma de sociabilidad y de entendimiento, elementos clave para cualquier organización.

Reírse sí, pero con criterio, nunca reírse de los demás. Siempre con respeto y sin ser ofensivo, en pequeñas dosis y de una forma natural y espontánea, que el sentido del humor sea el nexo de unión entre todos.

Pongamos un ejemplo que todos conocemos: un entorno de trabajo sanitario, donde el humor adquiere una dimensión humana de vital importancia en el cuidado de pacientes. Una sonrisa en el momento preciso, una risa para desinhibirse o una cara radiante no solo ayudan al paciente a sobrellevar su enfermedad, sino que con ello también se genera un contagio en el resto de los compañeros.

Se puede extrapolar este ejemplo a cualquier otro entorno laboral. La risa siempre es una buena herramienta para enfrentarse a los problemas que surgen en el día a día. Un ambiente distendido, no solo hace que el grupo esté más motivado y unido, sino que también sea más productivo.

El poder reírse de uno mismo, de los errores que uno comete o una broma adecuada en el momento oportuno se pueden convertir en algo natural y formar parte de la cultura de cualquier empresa.

En momentos de máxima tensión, donde todo se vuelve oscuro, el sentido del humor llega a convertirse en un remanso de paz, relajando el ambiente, suavizando asperezas y facilitando la comunicación y el entendimiento.

En definitiva,  en el entorno laboral, necesitamos no solo momentos de desconexión, sino también una actitud positiva. Y qué es más positivo que reír en el trabajo.

Tú puedes contribuir alimentando el hábito de sonreír ante las complicaciones propias del trabajo, el buen humor es -y respondiendo a la pregunta inicial- “perfectamente compatible”.